Quizás no esté en nuestro imaginario viajero como destino preferente, pero Múnich sorprende al visitante con imponentes edificios, amplios espacios verdes, sus famosos
“biergarten” o jardines de la cerveza y con una de las pocas olas urbanas que permite practicar surf en pleno corazón de la urbe para sorpresa de los viandantes, que ven
desfilar ante sus ojos jóvenes en bañador porteando enormes tablas cuando el mar se encuentra a más de mil kilómetros de distancia. Si a esta singular ciudad del sureste
germano le sumas el BMW Welt (un impresionante concesionario museo con restaurante con estrella Michelín), el Viktualienmarkt (un fantástico mercado al aire
libre donde comprar y degustar viandas) y el fastuoso Palacio de Nymphenburg, pues la verdad es que visitar esta ciudad es un plan más que apetecible.
Pero si hay algo que pone año tras año a Múnich en el mapa mundial es el “Oktoberfest”, un festival de la cerveza en la que se sirven más de siete millones de
litros en apenas quince días.
La edición de este año comenzó el sábado 16 de septiembre y puso el punto final el martes 3 de octubre. Allí se dieron cita las seis cervezas más emblemáticas de la ciudad,
que defienden cual poderoso “lobby” que ninguna otra marca se introduzca en este goloso negocio.
Es indudable que es un evento único, mastodóntico, casi universal, pero si visitas Munich te das cuenta que ellos viven en un Oktoberfest permanente. La ciudad está plagada de espacios al aire libre con decenas de mesas kilométricas en las que te sientas al lado de personas que no conoces pero que disfrutan al igual que tú de una
enorme jarra de cerveza. Estos “biergaten” están repartidos por toda la ciudad, y algunos, como el de Hirschgarten tienen una capacidad que supera las dos mil
personas.
De las seis cerveceras locales la que más me gusta coincide que es la más antigua, Augustiner, fundada en 1328. La cerveza que se sirve en Múnich es diferente en cada
época del año, existiendo una cerveza de primavera, una de verano e incluso una cerveza Oktoberfest, que es más fuerte y que es la que se bebe durante el festival.
También hace cosas interesantes Hofbräu. La Münchner Weisse, la Dunkel y la Schwarze Weisse son fantásticas y por suerte se pueden conseguir en España. Las más
conocidas en nuestro país de las seis marcas que copan el protagonismo del festival quizás sean Paulaner, Spaten-Franziskaner y Lowenbrau, completando el sexteto de
cervezas muniquesas Hacker-Pschorr.
A la hora de comer es obligatorio probar el codillo, siendo uno de los restaurantes más recomendados para esta lid Haxnbauer. Lo cierto es que no estaba mal. Rustido por
fuera y jugoso por dentro, cumplió las expectativas a pesar de no ser un plato que me agrade especialmente. Lo que sí podéis evitar probar es la “Semmelknödel“, una
especie de bola de pan cocida que podría servir para jugar a la pelota vasca.
También les gustan los arenques en vinagre (prefiero nuestros boquerones) y por supuesto la Weisswurst, una salchicha blanca cocida presente en casi todas las mesas.
Si queréis conocer la cocina creativa podéis ir a los laureados Dallmayr, Atelier o ShowRoom.
Merece la pena cenar en Ratskeller München y contemplar los impresionantes edificios que lo rodean, disfrutar de carnes selectas en la terraza superior de L ́Osteria,
aprovechar la visita al Palacio de Nymphenburg para disfrutar con la gastronomía del impronunciable Schlosswirtschaft Schwaige o acudir a templos de la cerveza como
Augustiner Keller, Weisses Brauhaus o Donisl. Aunque lo cierto es que la más famosa de todas ellas es la Hofbräuhaus, es tal la cantidad de gente que transita por sus
pasillos que es suficiente con darse un paseo para ver el festín y el trajín. El resto, fuegos de artificio.
Munich huele a cerveza, sabe a cerveza y vive con intensidad su pasión por el líquido patrio. Pero lo hace todo el año, no solo durante los diecisiete días del Oktoberfest.
Escrito por David Fernández-Prada para: www.clubpasionhabanos.com